¿Qué diferencia hay
entre intelectual orgánico e intelectual tradicional?
Un intelectual es aquella persona que dedica una parte
importante de su actividad vital al estudio y a la reflexión crítica sobre la
realidad. La intelectualidad es el colectivo de intelectuales, agrupados en razón
de su proximidad nacional (intelectualidad española, francesa, mexicana,
argentina...) o ideológica (intelectualidad liberal, conservadora, progresista,
nacionalista, comunista, fascista...).
El término "intelectual" es acuñado en Francia
durante el Caso Dreyfus para designar al conjunto de personajes de la ciencia,
el arte y la cultura que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred
Dreyfus acusado injustamente de traición. El término está dotado socialmente de
un valor de prestigio. Se entiende que esa actividad dedicada al pensamiento
tiene una dimensión y una repercusión públicas que se consideran muy valiosas.
El problema que se deriva de ello es que, en muchas ocasiones, la aplicación
del término depende del grado de afinidad ideológica, política, etc. que tenga
quien lo aplica con respecto de la persona que se esté considerando.
En terminología marxista, particularmente desarrollada por
Gramsci, la labor del intelectual es, bien la justificación ideológica de la
superestructura político-ideológica existente, en beneficio del predominio
social de la clases dominantes; bien su crítica, en beneficio de las clases
dominadas. Sobre todo en éste último caso, el intelectual, aun proviniendo
personalmente de una clase superior, puede optar por el compromiso con la
condición de los más desfavorecidos, trabajando intelectualmente para ellos
como intelectual orgánico, lo que incluye su desclasamiento. Así se entendería
la posición del propio Carlos Marx. Es más habitual el caso contrario: el
desclasamiento de un intelectual personalmente proveniente de una clase
inferior que pasa a identificarse con los intereses de la clase dominante.
No obstante, el desprecio y la desconfianza por la condición
del intelectual fue una constante del movimiento obrero en general y del
comunismo en particular, sobre todo durante el estalinismo, en que el
intelectualismo (término a no confundir con el intelectualismo entendido como
actitud filosófica) era uno de los desviacionismos perseguidos y reprimidos
mediante violentas purgas; oponiéndolo al obrerismo, la valoración de la
condición de los que se habían formado en la lucha del movimiento obrero desde
el trabajo manual. En el entorno de la española Dolores Ibárruri (La
Pasionaria) durante su exilio en la Unión Soviética se acuñó la expresión,
utilizada como insulto, intelectuales cabezas de chorlito. Otra similar, muy
extendida, era tonto útil. También solía asociarse con el concepto genérico de
pequeñoburgués. [1]
De un modo contrario, era elogiosa la expresión compañero de
viaje, que no obstante, era también utilizada peyorativamente, sobre todo desde
una óptica anticomunista. Propiamente hacía referencia a quien colaboraba
estrechamente con el partido, aunque no militara en él.
Ética del intelectual
El intelectual tiene como deber moral educar a todo aquel que
se encuentre en contacto con él, sin herirlo. De esta manera lograría de manera
efectiva el objetivo de enseñar al ignorante. El intelectual debe analizar de
forma crítica y objetiva la realidad de los países y del hombre. Por lo tanto,
el intelectual desarrolla su intelecto no como mera vanagloria, sino como una
minúscula contribución al progreso del mundo. Muchas palabras, dichos y frases
célebres de intelectuales de todos los tiempos han inspirado y seguirán
inspirando a personas de una gran diversidad.
Labor del intelectual
El intelectual medita, reflexiona, discurre, se inspira,
goza, busca, investiga, analiza, discierne, desmenuza, razona, contrapone
conceptos, filosofa, organiza las ideas, proyecta, imagina, especula, atribuye
causas a los efectos y efectos a las causas, interconecta fenómenos... en fin,
hace uso de las limitadas pero a su vez vastas capacidades de la mente humana.
Mientras se considera que el intelectual trasciende, el
mediocre no lo hace. Por ello se plantea el problema: "¿Cómo libramos a
los intelectuales de la mediocridad?" No es simple. Se reta a los
intelectuales a que empleen su intelecto para resolver esta situación, que
persiste no sólo en los intelectuales sino en las personas en general.
Una de las funciones que los intelectuales públicos deben
desarrollar es, según Amitai Etzioni, cuidar de las "communities of
assumptions" ("asunciones compartidas") que sostienen los
ciudadanos. Además de ello, renovar, recrear, rehacer, reconstruir, abrir,
imaginar o transformar esas asunciones sociales compartidas que, resistentes al
cambio, tienden a rutinizar su existencia en términos de tradiciones establecidas.
El intelectual, al abrirse a las interpretaciones alternativas de la realidad,
amplía la perspectiva de los ciudadanos y trata de transformar el mundo
mediante la palabra.
Por otro lado, Paul Berman ha señalado el problema que tiene
para los intelectuales la pérdida de un público atento que escuche, como fueron
en su momento escuchados Hanna Arendt, Theodor Adorno, Jean-Paul Sartre, Albert
Camus, Bernard Shaw, Ortega y Gasset, etc.
Ambigüedad del término
En España, podría entenderse que el filósofo Julián Marías ha
merecido el calificativo de intelectual por una mayoría de conciudadanos. Sin
embargo, al acercarse a ámbitos de la realidad más conflictivos, la falta de
concordancia es más acusada. Muchos ciudadanos no dudarían en calificar a
Ignacio Ramonet de intelectual debido a su labor periodística e ideológica de
reconocido impacto e influencia en sectores progresistas; otros, debido
precisamente a esa orientación ideológica, rechazarían el aplicarle tal
calificativo sin dudarlo.
No existen, por tanto, criterios absolutamente objetivos para
identificar como intelectual a nadie. Se trata de una palabra cuyo significado
está matizado por percepciones sociales, lo que la convierte en inestable e
imprecisa.
Un tema controvertido es el de si un intelectual
debe entenderse como un personaje esencialmente crítico, al estilo de Octave
Mirbeau, Jean-Paul Sartre, Noam Chomsky o de Edward Said, o bien se trata de un
concepto que abarca una mayor amplitud de actividad. Sea como fuere, parece que
la tendencia a la crítica y a la adopción de puntos de vista fuertemente
normativos resulta consustancial al intelectual: un elemento común a todos los
intelectuales es que su pensamiento trata de producir efectos en el mundo. En
este sentido, pensar de ese modo, pensar activamente, intervenir mediante la
reflexividad, exige replantear, ver las cosas desde otro punto de vista,
contribuir a legitimar o deslegitimar ciertas prácticas e instituciones y, en
definitiva, poner en cuestión el discurso y el mundo que viene dado.
Aportado por tritritri18
No hay comentarios:
Publicar un comentario